La Célula
- Nombre y Apellido
- Laura Elizabeth Bernal Piche, Josué Alexander Gómez Hernández
- País de Residencia
- El Salvador
- Equipo
- Estado de la Iniciativa
- Proyecto
- Objetivo de Desarrollo Sostenible
- Reducción de la desigualdad
- Problema que resuelve
- “LA CÉLULA”: REDUCIENDO LA DESIGUALDAD EN EL SALVADOR.En El Salvador ya no creen en nada ni en nadie, la justicia se ha vuelto un concepto abstracto y etéreo. Resolver la desigualdad social se ha vuelto en una lucha interminable y más cuando de jóvenes se trata. Para 2013, la organización internacional OXFAM señaló que El Salvador es uno de los países más desiguales de América Latina. A la fecha, sólo 160 personas en este país acumulan una fortuna de 21.000 millones de dólares que equivale al 87% del PIB nacional, en un país que asciende a 6.2 millones de habitantes. El Fondo de las Naciones Unidas Para la Infancia (Unicef) enumera que la población salvadoreña es joven, compuesta en un 40% por personas menores de 18 años, pero ascendiendo a un 63.7% cuando se habla de personas menores de 30 años de edad. Sin embargo, es ilógico que en un país compuesto en su mayoría por jóvenes, sean estos los más afectados por la desigualdad. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en El Salvador 78 de cada 100 niños y jóvenes viven en condición de pobreza, más de 180 mil jóvenes entre 10 y 23 años son analfabetas, más de 30 mil jóvenes pertenecen a las llamadas “maras” o “pandillas” (los grupos delincuenciales mas peligrosos del país). Por si fuera poco, el porcentaje de partos en adolescentes supera el 33 por ciento del total de partos en la red pública hospitalaria y para agosto de 2015 el 77% de las víctimas mortales en El Salvador tenían entre 15 y 39 años, este último porcentaje ascendió al 95% de los asesinatos en 2016. Tal situación llevó a que la Unicef señalara en su informe “Ocultos a plena luz” en 2014, que “El Salvador es el país con más niños y jóvenes asesinados”. Por si el impacto de la violencia fuera poco, la encuesta de hogares de propósitos múltiples desarrollada por el gobierno salvadoreño en 2013 reveló que casi el 75% de niños y jóvenes abandonan sus estudios después de los 12 años, por diversas razones entre éstas, las constantes amenazas de pandillas por el control territorial. Respecto al mercado laboral en El Salvador se caracteriza por su alta informalidad. De acuerdo a cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del 65.7% de la Población Económicamente Activa (PEA) el 44% se encuentra en pobreza y el 56% restante no tiene oportunidad de desarrollarse, limitando su posibilidad de movilidad social. Las cifras podrían continuar, pero al hablar de las consecuencias de este panorama desalentador, la Fundación salvadoreña Guillermo Manuel Hungo enumera que para el 2016, 427 mil 800 jóvenes entre 16 y 29 años “no estaban estudiando ni trabajando”, llevándolos a un escenario de “ninis” con bajos recursos económicos, viviendo en hogares en condición de pobreza y sin completar su educación básica obligatoria. Estaría de más preguntarnos las razones por las que los jóvenes salvadoreños tienen menos oportunidades laborales, una mayor condición de pobreza y cada vez más expuestos a su participación en grupos delincuenciales.El proyecto social “La Célula” está consciente de este panorama y por eso nace bajo la única finalidad de contribuir a la erradicación de la desigualdad en El Salvador, ofreciendo una “nueva vida” a jóvenes que la han “perdido” por culpa de la violencia y la discriminación en diversos ámbitos de la sociedad salvadoreña.Este proyecto social ha sido impulsado por jóvenes visionarios desde el 2016 y dirigido a jóvenes menores de 25 años que viven en zonas violentas y que por tal razón han truncado sus sueños de superación profesional y social.Los impulsores de este proyecto creemos que son tres aspectos los fundamentales para el desarrollo integral de la juventud en El Salvador: lo académico, lo moral y lo económico.No sólo se trata de enseñarles a leer y escribir , sino enseñarles que como sociedad aún necesitamos despertar y tomar conciencia social. Saber que para lograr el verdadero progreso y erradicación de la desigualdad, el poder está en nosotros mismos y no solo en autoridades estatales. Que el derecho, sobre todo el de ser educados integralmente, debe exigirse. Empoderar a la sociedad de la conciencia social necesaria para exigir sus derechos permite una sociedad más justa donde todos participen y la voz de todos valga por igual.En el tema académico, “La Célula” consta de una serie de instructores o capacitadores que son especialistas en determinados temas de la currícula escolar, estos jóvenes colaboran con el proyecto voluntariamente hasta hoy y con su labor se busca reintegrar a la vida educativa a otros jóvenes que han abandonado sus estudios por amenazas de pandillas o pobreza. Los jóvenes que son beneficiados por el proyecto pertenecen a comunidades pobres, con familias desintegradas, excluidas socialmente, y amenazadas constantemente por el accionar delincuencial de las “maras” o pandillas. Sin embargo, con las constantes asesorías académicas se ha logrado que muchos de estos jóvenes puedan aprobar los exámenes que les hace el Ministerio de Educación en El Salvador para aprobar el grado académico que abandonaron y han pasado al siguiente nivel, algunos a su bachillerato que es la última etapa para llegar a una carrera universitaria, casi un sueño imposible para ellos. Muchos de ellos manifiestan su entusiasmo de convertirse en profesionales integrales luego de ver que si es posible aprobar un examen académico que por diversas circunstancia socio económicas no habían podido realizar. Pero además del desarrollo intelectual, “La Célula” también está enfocada en lograr un desarrollo ético-moral en la juventud salvadoreña. Se trata de darles una educación complementaria, pues la falta de calidad educativa en el país es un problema complejo que no se reduce únicamente en ir o no a la escuela; sino que gran parte de la educación del niño lo determina su comunidad y por supuesto su familia y sus relaciones interpersonales con éstos. No basta que una persona aprenda a leer y escribir, cuando no tiene la conciencia social necesaria para convertirse realmente en transformadores de su entorno.No se trata solo de extirpar el analfabetismo sino que cada hombre y mujer, hasta el más pobre, hasta el más rudo, hasta el más degenerado, adquiera un caudal de conocimientos que agrande su horizonte mental. La persona que sabe, que piensa, es capaz de levantar su voz y exigir verdaderas transformaciones en su sociedad. Dejan de ser simples rebaños conducidos por una autoridad estatal a ser protagonistas del rumbo que toma su país. Por eso, el proyecto se ha encargado también de educar en valores a esta juventud excluida a través de mecanismos contra la violencia, la resolución de problemas a través de la paz, y cómo incidir en otros jóvenes positivamente para que las pandillas no sea la alternativa más próxima para resolver sus problemáticas socioeconómicas. Se trata de acabar con la ignorancia, no sólo con la analfabetización. Que El Salvador sea un país educado no sólo en números y letras, sino un país consciente de que el fin de la pobreza, la contaminación, la violencia, y cualquier tipo de violación o desigualdad acabará únicamente cuando el mismo pueblo lo decida, cuando los mismos jóvenes se vuelvan en protagonistas de su rumbo. Como tercera arista, pero no menos importante, “la Célula” está enfocada en consolidar alianzas estratégicas con microempresarios para que los jóvenes tengan la oportunidad de crear sus propios negocios y ser generadores de nuevos empleos. En este último punto, se pretende que los jóvenes que ya son beneficiados por el proyecto puedan participar en una red de mercados impulsados por el instituto Nacional de la Juventud para ayudar a jóvenes emprendedores que fabrican sus propios productos como artesanías, ropa, comida, etcétera. Hasta la fecha, este es un proyecto independiente, sin fines de lucro y sin un financiamiento estable, pero cuya buena voluntad ha logrado que jóvenes salvadoreños empiecen a cambiar su perspectiva de vida. Eso le da vida a “La Célula”: los jóvenes que han nacido y crecido en un ambiente de violencia, pero que hoy tienen la esperanza de hacer un mundo mejor. Por ello, el principal sueño para quienes impulsamos este proyecto social es poder multiplicar esta iniciativa a nivel nacional, ir a las comunidades que, según el índice nacional, son las más violentas por la presencia de pandillas, e iniciar ahí un proceso de reconocimiento, de identificación de jóvenes con esta causa y poder desarrollarlo paulatinamente hasta lograr un impacto social en la juventud más necesitada de estas zonas: jóvenes que se superen más académicamente, que sean multiplicadores de paz y se conviertan en emprendedores del desarrollo de sus familias, de su comunidad. Pero para cumplir con ello, necesitamos el apoyo económico e intelectual de más instancias identificadas con esta causa, de gente que crea que solo a través de la educación, el empoderamiento ético-moral y de un espíritu emprendedor se puede cambiar el rumbo de la desigualdad social en El Salvador. Nosotros, como parte de “La Célula”, no queremos quedarnos callados viendo a la niñez y juventud ahogarse ante tanta desigualdad, pues solo a través de la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines.Cuando los jóvenes no poseen la minima educación básica ni son ciudadanos integrales, no obtienen un trabajo mejor cualificado que a la larga afecta directamente al desarrollo de la sociedad en todos sus ámbitos. Los jóvenes seguirán siendo más vulnerables a la pobreza, las drogas, agrupaciones ilícitas y violencia si la situación no se cambia.Creemos que a través de la iniciativa “Comprometidos 2017” podemos multiplicar, con otros líderes internacionales, el espíritu de transformación que desde nuestro proyecto “La Celula” queremos impulsar para lograr pueblos más unidos y bajo la misma visión: ¡una verdadera igualdad de oportunidades!
- VIDEO
- https://www.youtube.com/watch?v=desJQiinTO4
- SOLUCIÓN QUE SE PROPONE
- Alberto Masferrer, uno de los mejores escritores salvadoreños, dijo una vez que a nadie le estaba bien quejarse de la situación que vive nuestro país si estamos ahí para arreglarlo, y si no estamos dispuestos a hacerlo, es mejor que guardemos silencio. En El Salvador, el proyecto social “La Célula” nace en un contexto de inseguridad extrema, de pobreza, desempleo y falta de educación para quienes representan casi el 60 por ciento de la población salvadoreña: los jóvenes. Tal cual célula capaz de nutrir, relacionar y reproducir a todo ser vivo, este proyecto social pretende nutrir las esperanzas de quienes la han perdido por culpa de la exclusión social, relacionar a través de la educación a verdaderos emprendedores con ansias de un futuro mejor y reproducir una cultura de paz por medio de valores que lamentablemente se han perdido. Estamos seguros que La Célula es el mecanismo idóneo para ofrecer una “nueva” vida a jóvenes que la han perdido por nacer y crecer en una zona asediada de grupos delincuenciales conocidos como “pandillas” y con la discriminación en diversos ámbitos de la sociedad salvadoreña. La Célula, como un canal para potenciar y promover la inclusión social, económica y política de los jóvenes más desfavorecidos, independientemente de su sexo, discapacidad, raza, etnia, origen, religión o situación económica u otra condición.¿Cómo vamos a incidir para solucionar la desigualdad de oportunidades? Este proyecto social ha sido impulsado por jóvenes visionarios desde el 2016 y dirigido a jóvenes menores de 25 años que viven en zonas violentas y que por tal razón han truncado sus sueños de superación profesional y social.Los impulsores de este proyecto creemos que son tres aspectos los fundamentales para el desarrollo integral de la juventud en El Salvador: lo académico, lo económico y lo moral. Refuerzo Académico:No sólo se trata de enseñarles a leer y escribir, sino enseñarles que como sociedad aún necesitamos despertar y tomar conciencia social. Saber que, para lograr el verdadero progreso y erradicación de la desigualdad, el poder está en nosotros mismos y no solo en autoridades estatales. Que el derecho, sobre todo el de ser educados integralmente, debe exigirse. Para este objetivo, se cuenta con el apoyo de una red de jóvenes voluntarios especialistas en distintas temáticas del currículo escolar (lenguaje y literatura, matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales e inglés) que periódicamente reúnen a los jóvenes que han abandonado sus estudios por una u otra razón y que desean reinsertarse a la vida académica, pero necesitan actualizar sus conocimientos para aprobar algunas pruebas técnicas que les permita ese objetivo. Por ejemplo: Para este año, La Célula logró que 15 jóvenes que habían abandonado sus estudios por amenazas de pandillas en sus centros escolares realizaran el examen de suficiencia que les exige el Ministerio de Educación para pasar a su siguiente nivel académico. La mayoría de estos lograron aprobarlo y el próximo año cursarán sus últimos años de la educación básica en El Salvador. Con el componente académico, la Célula pretende que nadie sea excluido de ser educado, independientemente del lugar donde viva o las razones por las que abandonaron sus estudios. El conocimiento debe ser un derecho tan inherente en la persona humana que éste pueda llegar incluso hasta la puerta de su casa. Por eso, como fundadores de La Célula reiteramos en los jóvenes que solamente a través de una sociedad empoderada de conciencia social podrán exigir los derechos que les permitirá construir una sociedad más justa donde todos participen y la voz de todos valga por igual.Hasta hoy, los jóvenes beneficiados por este proyecto (la mayoría entre los 13 y 20 años) han manifestado su entusiasmo por este proceso de desarrollo personal que les permitirá paulatinamente convertirse en profesionales íntegros, capaces y dignos de ser imitados por las nuevas generaciones. Carlos Martínez, un joven de 17 años que aprobó el examen de suficiencia del Ministerio de Educación, había abandonado sus estudios porque el centro escolar público donde estudiaba estaba ubicado en un territorio que es dominado por la pandilla contraria a la zona donde él reside. Su madre padece de una enfermedad auditiva y por falta de recursos económicos tampoco podía enviarlo a un centro de educación privado. Se trataba de salvar su vida o su educación. Los jóvenes no tendrían que estar decidiendo entre una cosa y la otra.Actualmente Carlos ayuda en la venta de tortillas y tamales para ayudar con el sostén económico de su casa; sin embargo, el sacrificio dice no importarle cuando La Célula le ha cambiado su forma de ver la vida y le ha abierto la posibilidad de conocer nuevas perspectivas, un nuevo rumbo para convertirse en el líder de un cambio social. Talleres de emprendedurismo:“La Célula” también está enfocada en consolidar alianzas estratégicas con microempresarios jóvenes para que nuestros beneficiarios tengan la oportunidad de crear sus propios negocios y ser generadores de nuevos empleos. En este punto, se pretende que los jóvenes que ya son beneficiados por el proyecto puedan participar en una red de mercados impulsados por el instituto Nacional de la Juventud para ayudar a jóvenes emprendedores que fabrican sus propios productos como artesanías, ropa, comida, etcétera. Actualmente, el apoyo de otros pequeños y medianos productores ha permitido que algunos jóvenes de La Célula adquieran por concesión productos para vender como accesorios de uso personal, ropa, adornos, gorras, pulseras, relojes, que fueron comercializados en la reciente feria de la ciudad capitalina y cuyas ganancias fue repartida entre ellos, al proyecto y quienes les facilitaron los productos. Así, los jóvenes están aprendiendo que hay nuevas alternativas para subsistir económicamente y que no deben sentirse obligados a delinquir. Un ejemplo claro de esto último fue la reciente participación que tuvieron estos jóvenes beneficiados por la Célula en el “Juventour” una actividad que hace Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE) para unir distintas iniciativas en pro de la juventud del país. En esta actividad, los jóvenes comercializaron sus primeros productos y obtuvieron un promedio de $35 dólares de ganancias (cada uno), monto que, aunque reducido, les permitió llevar un nuevo sustento a sus familias, además de aprender la sensación de ser sus propios jefes, de la importancia de ideas innovadoras, y que “pese a la dificultad, son ellos mismos los dueños de sus destinos”, afirmaron. Sin embargo, en este aspecto, nuestro objetivo no es sólo insertarlos a la vida productiva sin conocimiento alguno en el tema. Por ello deseamos que nuevos voluntarios especializados en emprendimiento puedan capacitarlos sobre estrategias de marketing, cómo crear su propia marca, evaluaciones del mercado actual, capital semilla y cómo pueden abrirse camino con ideas innovadoras de comercio que les permita ser agentes activos de la economía del país. Una cultura de pazEn un país con tanta incidencia delincuencial, “La Célula” no puede pasar por alto el compromiso de generar nuevos líderes juveniles que impulsen mecanismos para la paz social. Por eso este proyecto también está enfocado en ejecutar alternativamente capacitaciones con contenido ético moral que les enseñe a los jóvenes, entre otras cosas, la importancia del dialogo en la resolución de conflictos, el respeto a la diversidad de opiniones, cómo impulsar una cultura de paz y la aplicación constante de valores que les permita ser personas más integras dondequiera que se desarrollen. Se trata de darles una educación complementaria, pues la mala calidad educativa en el país es un problema complejo que no se reduce únicamente en ir o no a la escuela; sino que gran parte de la educación del niño lo determina también su relación con la comunidad y por supuesto su familia. No basta que aprendan a leer y escribir, sino que también tengan la conciencia moral necesaria para convertirse realmente en transformadores íntegros de su entorno.Para esto, la Célula también cuenta con jóvenes voluntarios expertos en psicología, sociología y ramas sociales que les permite tener un contacto más humano con los jóvenes. Incluso, parte de estos talleres ético morales abordan temáticas bíblicas que les permite también ver desde un enfoque más religioso la importancia de ser agentes de paz. Este último aspecto religioso también ha permitido que los jóvenes beneficiados estén teniendo mayor impacto en otros jóvenes que aún no asisten a La Célula pues, por ejemplo, la zona territorial donde se realiza este proyecto social es dominado por pandillas, quienes únicamente respetan a los voluntarios y a los participantes por estar ligados a alguna iglesia. De ahí la importancia de los talleres ético-morales. En su totalidad, La Célula pretende que los jóvenes que creen haber perdido toda oportunidad de desarrollo, encuentren en el proyecto las herramientas necesarias para empezar a construir un nuevo plan de vida para ellos mismos, para sus familias y sus comunidades. Hasta la fecha, este es un proyecto independiente, sin fines de lucro y sin un financiamiento estable, por ello el principal sueño para quienes impulsamos “La Célula” es obtener las alianzas y el financiamiento necesario que nos permita multiplicar esta iniciativa a nivel nacional, ir a las comunidades más marginales e iniciar ahí un proceso de reconocimiento, de identificación de jóvenes con esta causa y poder desarrollarlo paulatinamente hasta lograr un impacto social en la juventud más necesitada de estas zonas: jóvenes que se superen más académicamente, que sean multiplicadores de paz. Que sean una luz, entre tanta desesperanza. Líderes que, como dijo la administradora del PNUD en 2015, Helen Clark, tengan la oportunidad sin precedentes de poner el mundo en la senda del desarrollo incluyente, sostenible y resiliente.
- PAÍS DE ORIGEN
- El Salvador
- Miembros del equipo
- CONTEXTO - ACTUALIDAD
- En 2016, una de las fundadoras de La Célula visitó un centro educativo público como parte de una investigación académica. Mientras conversaba con el director de esa escuela, una niña de seis años llegó llorando a su oficina porque uno de sus compañeritos (también entre 6 y 7 años de edad) le había amenazado con “matarla y meterla a una bolsa negra” si no dejaba que le levantara su falda. La niña lloraba sin entender seguramente la magnitud del problema. Historias como éstas en El Salvador abundan: niños ligados a grupos delincuenciales, conocidos como pandillas, son hijos, hermanos, sobrinos, de quienes en su mayoría empezaron a delinquir por nacer y crecer en un ambiente de pobreza, exclusión social y falta de oportunidades. Ante este panorama, en El Salvador la gente ya no cree en nada ni en nadie, la justicia se ha vuelto un concepto abstracto y etéreo. Resolver la desigualdad social se ha vuelto en una lucha interminable y más cuando de jóvenes se trata. Para 2013, la organización internacional OXFAM señaló que El Salvador es uno de los países más desiguales de América Latina. A la fecha, sólo 160 personas en este país acumulan una fortuna de 21.000 millones de dólares que equivale al 87% del PIB nacional, en un país que asciende a 6.2 millones de habitantes. El Fondo de las Naciones Unidas Para la Infancia (Unicef) enumera que la población salvadoreña es joven, compuesta en un 40% por personas menores de 18 años, pero ascendiendo a un 63.7% cuando se habla de personas menores de 30 años de edad. Al entrar en detalles, se sabe que para 2015 había un millón 757 mil personas entre 15 y 29 años, de éstos, el 62% vive en la zona urbana y el 38% en la rural.Sin embargo, es ilógico que, en un país compuesto en su mayoría por jóvenes, sean estos los más afectados por la desigualdad. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en El Salvador 78 de cada 100 niños y jóvenes viven en condición de pobreza, y de éstos 28 son extremadamente pobres. Además, en el país más de 180 mil jóvenes entre 10 y 23 años son analfabetas, Por si fuera poco, el porcentaje de partos en adolescentes supera el 33 por ciento del total de partos en la red pública hospitalaria.Más de 30 mil jóvenes pertenecen a las llamadas “maras” o “pandillas” (la delincuencia más peligrosa del país) y para agosto de 2015 el 77% de las víctimas mortales en El Salvador tenían entre 15 y 39 años, este último porcentaje ascendió al 95% de los asesinatos en 2016. Tal situación llevó a que la Unicef señalara en su informe “Ocultos a plena luz” en 2014, que “El Salvador es el país con más niños y jóvenes asesinados”. La inseguridad impuesta por las pandillas y los planes represivos del Estado llevan a jóvenes salvadoreños a adaptarse a una vida de reclusión, sin diversiones y escasa en oportunidades, para eludir una violencia que no da señales de reversiónCómo vestirse, qué zapatos usar, el más apropiado corte de cabello, los lugares más seguros para visitar y hasta las calles por recorrer, son decisiones cotidianas pero vitales.“Es loco” “No se puede usar zapatos o ropa de marcas específicas” “esos son parte del estilo pandillero y te pueden confundir”, son frases comunes en cualquier joven, mientras camina por cualquier calle disputada palmo a palmo por la Mara Salvatrucha (MS-13) o el Barrio 18.Pero tampoco es suficiente que la violencia letal de las pandillas, del Estado y de incipientes grupos de exterminio, sigan mandando en los barrios y cantones más pobres del país, sino que además la encuesta de hogares de propósitos múltiples desarrollada por el gobierno salvadoreño en 2013 reveló que casi el 75% de niños y jóvenes abandonan sus estudios después de los 12 años por diversas razones, entre éstas las constantes amenazas para pertenecer a las pandillas. Por otra parte, al mercado laboral en El Salvador se caracteriza por su alta informalidad. De acuerdo a cifras de la OIT, del 65.7% de la Población Económicamente Activa (PEA) el 44% se encuentra en pobreza y el 56% restante no tiene oportunidad de desarrollarse, limitando su posibilidad de movilidad social. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el mercado laboral de los jóvenes salvadoreños es bastante limitado. Más del 40 por ciento de la juventud “se inserta en actividades no calificadas y de baja estabilidad, lo cual restringe la posibilidad de que el trabajo sea fuente de realización y satisfacción” Peor aún, más de la mitad de la población juvenil percibe que no tiene ninguna o que tiene muy bajas posibilidades de acceder a un trabajo. De hecho, 21 de cada 100 jóvenes no estudian ni trabajan (“ninis”), por lo cual sus expectativas de futuro están comprometidas irremediablemente. Este porcentaje se ha mantenido inalterado por más de 20 años, lo que indica que el empleo juvenil no es una prioridad de país.Las cifras podrían continuar, pero al hablar de las consecuencias de este panorama desalentador, la Fundación salvadoreña Guillermo Manuel Hungo asegura que el alto de porcentaje de estos jóvenes en situación de “ninis” están siendo llevados a un escenario de bajos recursos económicos, viviendo en hogares en condición de pobreza y sin completar su educación básica obligatoria. Este estatus involuntario de “ninis”, ha convertido a los jóvenes en el sector más vulnerable ante las diversas problemáticas que aquejan el país. Por ejemplo, una reciente encuesta titulada “prácticas violentas generadas por y hacia los adolescentes entre 12 y 18 años de los centros educativos” reveló que un 29% de estudiantes en el país han sido víctimas de violencia física, sexual, psicológica y verbal y de ellos, un 32% confesó que había causado algún tipo de violencia. Todo este panorama, ha llevado a que jóvenes entre 25 y 34 años, en su mayoría ya insertados en la vida laboral, sean los que más tengan pesimismo en cuanto a la situación del país y la aplicación de políticas públicas para frenar la desigualdad. Pues en El Salvador, por ende, ser joven significa ser blanco constante de pandillas, decidir entre vivir o educarse, buscar -y a veces sin mayor respuesta- un empleo mal remunerado o incluso, poner también en riesgo su vida emigrando a otro país en búsqueda de otros sueños. Sin embargo, pese a cualquier estigma, los jóvenes salvadoreños se están esforzando por minimizar lo malo y demostrar que no importa el lugar en el que vivan si al final sus anhelos de sobresalir, desarrollarse y llevar el país hacia adelante son más fuertes que el entorno negativo que les rodea. Justo eso es lo que refleja Entre miradas y miedos: La juventud y la violencia en El Salvador, una publicación del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la cual recaba testimonios de jóvenes que día a día intentan vencer esos escenarios tan difíciles. “Aquellos jóvenes a quienes parece que la violencia les cierra espacios, no se quejan ni sienten lástima de sí mismos. Al contrario, están diciéndonos que lo único que necesitan para desafiar su entorno amenazador es la oportunidad de estudiar y que esa educación les abrirá las puertas al trabajo. Tienen la fuerza, la confianza en el futuro y la valentía como para triunfar, pues esto es parte de su ser. Sin embargo, muchas veces las personas adultas vemos a esta juventud vibrante como débil, insegura y alocada”, reitera Robert Valente, el representante residente del PNUD en El SalvadorLa investigación del PNUD reitera que el mayor problema es “la violencia que los vuelve sujetos de estigmas injustos, al punto que algunos se sienten señalados como delincuentes por el solo hecho de residir en determinadas zonas, por la escuela en la que estudiaron (o estudian) o por la ropa que visten”.“En El Salvador es difícil dejar de preguntarse cuán prometedora es la próxima generación y qué oportunidades ha construido la sociedad para ella. Desde el enfoque de desarrollo humano, a pesar de la enorme riqueza social que representa, la población joven enfrenta muchos obstáculos para potenciarse. Un breve recuento estadístico lo confirma. Por un lado, el sistema educativo no asegura el desarrollo de sus capacidades. Además, debido a la deserción, el 30 por ciento de la población económicamente activa (PEA) y joven apenas ha estudiado la primaria, por lo cual, la educación recibida no cumple con la promesa de movilidad social”, reitera la publicación del PNUD.Ante todo este panorama desalentador, la Célula surge como una alternativa para que la actual y las futuras generaciones tengan una nueva esperanza de vida. Una oportunidad de renacer entre la desesperanza, de convertirse en faroles del optimismo y en sujetos empoderados de sus derechos. El derecho a tener las mismas oportunidades de una mejor educación, de un mejor empleo y una ambiente de paz que les permita construir un mejor El Salvador.
- ESTADO DE LA INICIATIVA
- PROYECTO
- OPORTUNIDAD - DESAFÍO
- Una encuestadora revelaba recientemente que, en El Salvador, del total de la población joven, “sólo ocho de cada cien dicen sentir alguna simpatía por las pandillas (es decir, que pudieran formar parte de ella).Al traducir estos datos mencionados se concluye que la mayoría de jóvenes salvadoreños tienen sueños y anhelos, aspiran a tener un liderazgo positivo y se proyectan jugando un papel en el mejoramiento de este país. Paradójicamente, esta mayoría de jóvenes que no ven a las pandillas como una opción para sobrevivir, se enfrenta a una realidad donde escasean las oportunidades y la violencia también se ensaña contra ellos. No solo porque son víctimas directas, muchas veces inocentes, sino también porque el fenómeno les afecta de diversas maneras. La violencia y las pandillas limitan sus libertades, impidiéndoles el libre tránsito en zonas urbanas y rurales y negándoles la posibilidad de disfrutar de espacios públicos, incluso, cerrándoles las puertas para acceder a la educación o a un empleo digno. En esta parte de la problemática, e impulsados por rescatar a ese porcentaje de jóvenes que no quieren formar parte de las pandillas, se ubica el proyecto La Célula para ofrecer una nueva oportunidad de vida a través de la educación, una cultura de paz y el emprendedurismo. El punto de partida es ese 75% de niños y jóvenes que han abandonado sus estudios por amenazas de pandillas, ese 40% de jóvenes que no tienen un trabajo calificado o estable y, en general, de esos 21 de cada 100 jóvenes que no están estudiando ni trabajando en El Salvador y que son blanco perfecto de los grupos delincuenciales. En este contexto de desigualdad social y económica hacia los jóvenes en El Salvador, se ubica La Célula, como una herramienta para ofrecer soluciones directas a las demandas que más aquejan a este sector poblacional. Además, al punto de partida se une el valor agregado que tiene La Célula de hacer alianzas con una red de iglesias para ingresar a los territorios dominados por pandillas sin mayor problema. Este aspecto representa una de las mayores oportunidades para quienes impulsamos este proyecto, pues estamos conscientes que aunque muchos jóvenes vivan en una zona considerada conflictiva, que puede tener una mala percepción, ahí adentro hay jóvenes con ansias inmensas de seguir estudiando y de poder encontrar un empleo digno que les permita tener un mejor futuro para sus familias. Por otra parte, enfocar La Célula en tres áreas que apuntan hacia las verdaderas necesidades de los jóvenes salvadoreños (y no sólo en una, sino en tres temáticas complementarias) convierten al proyecto en una oportunidad amplia para lograr un desarrollo integral en cada joven.A medida que logramos un joven con más conocimientos académicos, éste tendrá la posibilidad de encontrar un empleo mejor calificado o emprender su propio negocio y por ende tendrá los recursos económicos para continuar sus estudios universitarios y lograr llevar un mejor sustento a sus actuales y futuras familias. Al respecto, la Organización Internacional del Trabajo también hace hincapié en que a medida logremos con los jóvenes salvadoreños aumentar el trabajo decente, disminuirán también la emigración ilegal y la delincuencia juvenil. La Célula tiene un abanico de oportunidades que ofrecer cuando se trata de impulsar los sueños de la juventud salvadoreña. Asimismo, para nosotros, representa una oportunidad el hecho de ejecutar La Célula al interior de las comunidades, cerca de la gente afectada por la desigualdad en todas sus expresiones, pues según un estudio de estudiantes de la Universidad Matías Delgado, “el 48.46% de las personas entre 12 y 18 años está más expuesto a la violencia en su propia comunidad, el 30.56% en su propio centro educativo, el 10.41% en la calle, y el 8.98% en su propia casa”, escenarios que son abarcados por el proyecto a través de sus distintas áreas de trabajo. Pero más allá de los aspectos que representan la “razón de ser” o una oportunidad para la ejecución de este proyecto, lo importante también para quienes creemos en su importancia es demostrar su eficacia a través de resultados. Por lo tanto, ¿cuáles son nuestros mayores desafíos?Hace un año, Carlos Martínez, de 17 años, tuvo que abandonar su escuela porque fue amenazado por las pandillas por estar en una zona “enemiga”. Nació y creció en una zona marginal, pobre y con alta presencial delincuencial. Su madre, una señora con discapacidad auditiva optó por matricular en otra escuela pública a su hijo, pero nuevamente fue amenazado por no querer ingresar a la pandilla de la zona. Carlos tuvo que dejar de estudiar definitivamente. Ante el abandono de su padre, es la única ayuda para su mamá, quien vende café con panes por las calles de San Salvador. Pese a este panorama, este joven decidió que la delincuencia no es una opción para su futuro, y por ahora ayuda a una señora a hacer comida para vender entre los vecinos, pues su estudio incompleto no le permite encontrar un empleo formal. Además, de exponer su vida al traspasar los muros del lugar donde vive.Para La Célula, jóvenes como Carlos representan nuestro desafío. Nuestra meta es que tanto él, como muchos otros, no vean en las pandillas una opción para ser notados en la sociedad, pese a la constante presión de estos grupos delincuenciales. El desafío de La Célula es empoderar de sus derechos más fundamentales a la juventud salvadoreña, volverlos en sujetos activos del desarrollo del país y de la toma de decisiones dentro de los entornos en los que se desenvuelven. Para nuestro proyecto, Carlos representa una oportunidad para desarrollarse académicamente, aunque haya abandonado sus estudios inesperadamente, pero que con los refuerzos adecuados podría aprobar los exámenes que le permitan continuar con su próximo año académico en el 2018 y que poco a poco pueda ir trazando su camino rumbo a su sueño universitario. Carlos representa una oportunidad para convertirse en un profesional integral admirado en cualquier empresa o institución. O quizás en un emprendedor innato que monte su propio negocio y tenga los recursos económicos necesarios para su desarrollo y el de su familia. Carlos representa la oportunidad de convertirse en un agente de paz social, que impulse las buenas acciones, la resolución de conflictos a través del dialogo, la tolerancia y la aplicación de valores. Carlos como muchos otros jóvenes en su misma situación representan nuestra mayor oportunidad para que sean esperanza entre tanto pesimismo, para que sean paz entre tanta violencia, pero esta oportunidad se vuelve también en nuestro mayor desafío, pues es una lucha constante ante un sistema que ha normalizado históricamente la desigualdad social hacia los jóvenes. Nuestro desafío se suma al ideal de multiplicar el proyecto La Célula en todos los territorios más violentos a nivel nacional a través del apoyo del voluntariado, iglesias e instituciones públicas y privadas. Por ende, un desafío también importante es lograr conseguir los recursos económicos suficientes que nos permitan transformar las oportunidades presentadas en desafíos superados, en vista a impactar cada vez más la vida de decenas de jóvenes que permanecen excluidos del desarrollo del país. Cada vez que un joven se empodere de sus derechos, se convierta en líder y no en “oveja que solo sigue el rebaño”, que más allá de aprender a leer y escribir, sepa interpretar la realidad y cada vez que también un actual pandillero encuentre en este proyecto una alternativa mejor para abandonar su accionar delincuencial, La Célula habrá sentido que realmente ha logrado “una nueva oportunidad de vida” a quienes la habían perdido. Estamos conscientes que los jóvenes están cambiando el mundo y El Salvador no es la excepción. Para La Célula hay una oportunidad y un desafío: en ambas, la igualdad de oportunidades es y siempre será la prioridad.
- INNOVACIÓN
- “En esas 250 cuadras a las que llamamos Centro de San Salvador, quienes deciden dónde venderá una persona, cuánto pagará y cuándo deberá irse, son las pandillas” escribía un periodista salvadoreño a principios de 2017 al retratar el control territorial que tienen los grupos delincuenciales en El Salvador. Autoridades, por aquí y por allá, reconocen que para entrar a ciertas zonas del país tienen que pedir permiso a los pandilleros que son aparentemente “dueños” del lugar, pues éstos se disputan cuadra por cuadra y, con diferentes modalidades, cobran a cientos de personas, sus cuotas diarias para moverse o permanecer en su territorio. Esto está ocurriendo en las calles, en las comunidades y en todo lugar donde hay alta presencia de estos grupos de violencia. Sin embargo, no se puede negar tampoco el accionar de muchos sectores para frenar la incidencia delincuencial de las pandillas. Mientras unos, como el gobierno salvadoreño, le apuestan a una estrategia de represión, otro sector se centra en prevenir la aparición de nuevos actores delincuenciales y aquí, en este último, ubicamos a “La Célula”. Como ya lo hemos dicho, la misión principal del proyecto “La Célula” es ofrecer una nueva oportunidad de vida, una nueva oportunidad de nacer para aquellos que han perdido valiosos años por culpa de la delincuencia, directa o indirectamente. Si bien La Célula tiene la misma visión que muchos proyectos sociales de prevenir la delincuencia, nuestro valor agregado es uno solo: los voluntarios del proyecto La Célula no tienen problemas de entrar a territorios dominados por las pandillas, pues el respaldo de una alianza socio-religiosa nos desvincula de cualquier restricción impuesta por las pandillas en sus territorios. Para todos es sabido que cientos de pandilleros en El Salvador están abandonando sus estructuras, renegando de ellas, y desistiendo de más actos delincuenciales por una única razón: por abrazar la fe dentro de las iglesias evangélicas pentecostales. He ahí el grado de innovación de nuestro proyecto. El dirigente del Movimiento Iglesias Evangélicas Unidas por la Paz, Saul Quintanilla, asegura que desde hace años hay un pacto tácito con las tres estructuras pandilleras del país: la Mara Salvatrucha y las dos facciones –Revolucionarios y Sureños– del Barrio 18. Ese pacto, no formalizado en documentos pero vigente en el código de los barrios y comunidades, básicamente estipula que los pandilleros que deserten serán perdonados… siempre y cuando sean cobijados por una iglesia evangélica. Este pacto cobra mayor importancia ahora, cuando cientos de pandilleros abandonan sus clicas para buscar un lugar en una sociedad desangrada, adolorida y profundamente marcada por la violencia de las pandillas.Las iglesias evangélicas pentecostales y proféticas no son nuevas en Centroamérica. A El Salvador llegaron en la mitad del siglo XIX. Una de las primeras iglesias en llegar se llamó Misión Centroamericana, y era de origen estadounidense. De hecho, al igual que las pandillas, los pentecostales llegaron desde el norte a proponer algo novedoso, algo distinto. En aquellos primeros años se insertaron entre la población más excluida, pobre y perseguida: las comunidades indígenas del occidente salvadoreño. Ahí tuvieron su ancla y desde ahí pretendían llenar a El Salvador con sus cultos y sus misterios. El rechazo de parte de las élites católicas fue tal que en algunas poblaciones llegaron incluso a agredirlos y expulsarlos con palos y piedras. Fueron años difíciles para estas iglesias. Se mantuvieron con un crecimiento mínimo y relegados a las faldas del volcán de Santa Ana y otros rincones del occidente cafetalero.La coordinación entre estas iglesias es muy pobre, y esto hace casi imposibles la labor de cuantificar los esfuerzos por la rehabilitación de pandilleros. Pero el trabajo de campo en este tema, realizado en los dos últimos años, indican que casi en cada barrio controlado por pandillas hay al menos una iglesia restándole soldados las estructuras. Quitándole dientes a La Bestia.Mario Vega, el pastor general de la iglesia Elim, una de las estructuras evangélicas más grandes del país, y una de las que ha rehabilitado a más pandilleros, dice que las iglesias evangélicas representan para los pandilleros no solo una forma de sanarse interiormente, sino una posibilidad de volver a fabricar una red social funcional, que de otra forma sería muy difícil. Es decir: la pandilla les funcionó cuando la familia, el Estado y la comunidad les falló. Cuando la pandilla les falla recurren a buscar refugio en otra estructura funcional desde donde empezar a fabricar redes.En El Salvador, territorios históricamente de situación socioeconómica baja como Apopa, en Soyapango o en Ilopango se vive de una forma radicalmente diferente a como se vive en los barrios donde reside la mayoría de los líderes de opinión. Es evidente que hay dos realidades, y el problema es que esas dos caras de la sociedad no logran conectarse y entender que se trata de una misma sociedad”La Célula no pretende pintar a las pandillas como el germen de todos los males en El Salvador, sino ofrecer soluciones para que el verdadero mal: la eterna desigualdad social, sea erradicada poco a poco y los jóvenes tengan nuevas alternativas para convertirse en sujetos productivos en el desarrollo de un país más justo y donde se goce plenamente de sus derechos a la educación, a un empleo digno y a una cultura de paz. Es interesante ver que los jóvenes, sean pandilleros o no, reclaman una sola cosa: “ser parte” realmente de esta sociedad. No piden darle la vuelta al orden social, ni (quizás lastimosamente) convertirse en una fuerza revolucionaria, sino simplemente buscan trascender a todas las esferas de la sociedad y no ser vistos como individuos aislados, sin ideas que aportar. Esta visión de ver el valor de los jóvenes más allá de su situación socioeconómica, es la que nos ha permitido esa alianza socio religiosa con varias iglesias evangélicas que, al tener respeto en las comunidades por su aporte preventivo, nos permiten ingresar y movernos libremente en los sectores donde se encuentra la juventud necesitada. Los jóvenes solo tienen dos opciones: ser víctimas o victimarios ante un Estado que no puede suplir o solventar sus derechos como ciudadanos y seres humanos tales como salud, educación, vivienda, trabajo, seguridad y justicia, son todas estas carencias que obligan a la juventud a buscar una forma errónea de sobrevivir. No a todos, pero probablemente a la mayoría. Es entonces a través de este valor agregado que nos permite la relación con las iglesias, lo que nos lleva a presentar a la Célula como un proyecto realmente innovador, dirigido especialmente para jóvenes que verdaderamente están en riesgo de ingresar a las pandillas porque viven en zonas altamente violentas y marginadas, pero donde los voluntarios de este proyecto pueden llevarles una nueva esperanza de vida. La Célula, por lo tanto, no es solo un local, una pizarra, pupitres, libros, mensajes de paz o de emprendedurismo, sino una herramienta que no permanece inerte a que los jóvenes lleguen, sino que ésta va en búsqueda de ellos, porque está consciente que un derecho, por cualquiera que fuera la situación, debe ser garantizado. Es nuestro deber llegar hasta la puerta de la casa de estos jóvenes históricamente olvidados para recordarles que sus derechos aún existen. Por otra parte, este grado de innovación a nivel territorial, permite también que la Célula provoque mayor empatía con aquellos jóvenes que ya son parte de las pandillas, pues al ver que hemos ingresado a su territorio y no representamos mayor peligro para ellos, inconscientemente comienzan a ser atraídos por el impacto positivo de otros jóvenes y paulatinamente empiezan a involucrarse en charlas de valores o emprendedurismo que a la larga los hace abandonar su accionar delincuencial y sumarse a una cultura de paz, más educada y con la oportunidad de un desarrollo más profesional. No es fácil, pero para La Célula, es posible. Por ejemplo, el proyecto La Célula actualmente ha sido ejecutado únicamente en un barrio altamente delincuencial llamado: “Altos de América”. Aunque la zona está dentro del listado de los lugares más peligrosos de la capital salvadoreña, el gobierno de este país no ha desarrollado mayor estrategia para los jóvenes que residen acá, pues en parte el control pandilleril no lo ha permitido. Sin embargo, nuestro proyecto social ha tenido la innovación de poder ingresar sin mayor problema por la incidencia que una iglesia tiene en este lugar y con la cual tenemos una alianza. Para demostrar que el ingreso territorial en zonas con presencia pandilleril realmente es un valor agregado para La Célula, basta con leer una de nuestras experiencias: A inicios de este año, unos jóvenes voluntarios intentaron ingresar a la colonia “Altos de América” sin previo aviso a los coordinadores de La Célula. Los pandilleros al percatarse de los nuevos rostros en su zona comenzaron a intimidarlos para que salieran del lugar, pues se trataba de rostros desconocidos; sin embargo, la situación no pasó a más cuando voluntarios de la Célula explicaron que se trataba de personas que apoyaban el proyecto y que no representaban ningún peligro para la comunidad. El ingreso a estas zonas asediadas por pandillas lastimosamente se ha vuelto en un privilegio de pocos proyectos, pero ante la urgente necesidad de rescatar a quienes están adentro de estas zonas y que aún no han sido consumidos por el accionar delincuencial, nos lleva a tomar medidas eficaces para mantener un contacto directo con nuestro público meta. Como decía el pedagogo Paulo Freire: “Sería horrible si apenas sintiésemos la opresión, pero no pudiésemos imaginar un mundo diferente”. Mientras unos ven en el control territorial de las pandillas un obstáculo para ayudar a la juventud salvadoreña, La Célula lo ve como uno de los caminos para llegar a quienes han sido olvidados
- PÚBLICO OBJETIVO
- Este proyecto tiene como público objetivo a jóvenes de comunidades marginales de alta peligrosidad de los municipios más densos y catalogados como peligrosos del país, como San Marcos, San Salvador, Soyapango entre otros. El porqué de la selección de este público objetivo es directamente vinculado con la atmosfera de violencia social que vive El Salvador día con día desde hace una década para acá, donde el sector que ha sufrido los efectos de la violencia social, la vulneración de derechos humanos por parte de las autoridades y la estigmatización negativa injustificada e indiscriminada por los diferentes sectores sociales ha sido precisamente el de los jóvenes, de entre los 13 a 25 años. La educación es un derecho fundamental en la vida de todo ser humano del cual no se puede prescindir ni negar por ninguna persona ni por una institución a ninguna persona en ningún tiempo determinado. En El salvador, actualmente lo descrito al inicio de este párrafo es una realidad innegable y abrumadora, creando una desesperanza en nuestros jóvenes que a mediano y largo plazo, no solo conllevara a efectos altamente perjudiciales en el desarrollo pleno de ellos y sus familias, sino también a nivel social, dado que en muchas zonas del país, esta situación está presente y absorbe los sueños y anhelos de superación de la juventud, coartando su capacidad de soñar, de crear, emprender y trabajar para ellos, su familia y su país. La Célula, gracias al poco respeto que aún se les conserva a las cuestiones religiosas en una sociedad donde la decadencia moral impera, goza de la escaza oportunidad de tener acercamiento a estas realidades que no son denotadas por los medios de comunicación, que no son del interés de la agenda de nación y que lastimosamente, nadie quiere ver y mucho menos ver la gran necesidad de crear espacios de transformación y empoderamiento de nuestra juventud, sobre todo, a estos jóvenes, que su único delito es ser jóvenes. Los chicos y chicas con los que este proyecto ha tenido acercamiento directo, con los que se ha creado un compromiso inamovible de transformar su realidad, son chicos que sueñan con ver mejor su comunidad, libre de la violencia social de la cual han sido víctimas desde que el momento en que nacieron y les tocó vivir, crecer y desarrollarse, biológicamente, en una comunidad marginal olvidada por las instituciones públicas y por los diferentes sectores sociales que bien pudieran contribuir a la causa pero decidieron dejar en el olvido esta realidad que no la merece un niño, una niña, un adolescente y una joven, ninguna persona como tal. El desarrollo del ser humano debe de ser integral abarcando no solo el ámbito biológico, si no todos ellos que hacen del ser humano un ser digno, tales como el ámbito económico, político, social, psicológico, cultural y tecnológico. Los chicos y chicas beneficiarios de este proyecto, no gozan del desarrollo integral en sus vidas dado que provienen de familias de escasos recursos, sin un grado mayor de educación académica o técnica, lo cual afecta en su desarrollo y creación de oportunidades. El aspecto cultural y educacional es afectado directamente y de forma contundente por la violencia social de la que son víctimas lo cual genera la deserción forzada de miles de estudiantes en El Salvador. En el año 2016, en El Salvador, 14 mil estudiantes conformaron las cifras de deserción escolar provocada por el acoso de pandillas, siendo revelada esta cifra por el Ministro de Educación Carlos Canjura: “El dato exacto no lo tengo, pero según estimaciones que hemos hecho en el Ministerio de Educación, el año pasado tuvimos la deserción de al menos 36,000 estudiantes. Entre esos casos, al menos 14,000 eran estudiantes que desertaron por amenazas de pandillas. Nos parece una cantidad importante a la que le estamos dando la debida atención para evitar que este año se repita” (La Prensa Gráfica, 2017). Es muy posible que el número de estudiantes que se vieron forzados a desertar de la escuela por el acoso de las pandillas sea mucho mayor que 14 mil estudiantes, dado que el fenómeno de las pandillas está presente prácticamente en todas las instituciones públicas del sistema de educación, y por el miedo enfundado por las amenazas, puede que muchos chicos y chicas no hayan tenido la valentía de expresar los motivos reales de su situación. Esos datos fueron arrojados a principios del corriente año, y a la fecha del 26 de agosto, en el mismo medio, el Ministro de Educación daba nuevas revelaciones sobre esta problemática que día con día se vuelve más agravante: “…“El ambiente de violencia incide en la deserción escolar; eso es algo que no está en discusión en ningún momento”, dijo Canjura, quien añadió que este año son 12,000 los alumnos que han decidido abandonar las escuelas, la mayoría de ellos por el tema de la violencia e inseguridad que se vive en el país y la otra parte por la falta de dinero para poder llevar con normalidad los estudios.” (La Prensa Gráfica , 2017). Estamos ante un fenómeno que afecta directa de indiscriminadamente de forma voraz a nuestra juventud cortándole de golpe las alas de sus sueños y anhelos de ser profesionales en diversas áreas, de ser personas productivas para el país.Los jóvenes beneficiarios del proyecto, son jóvenes de escasos recursos y conforman parte de la cifras de víctimas que revelaba el Ministro de Educación, y dado sus condicione económicas, la opción de optar por asistir a un colegio privado y pagar transporte privado para poder transportarse de forma segura no es una opción que su realidad les permita poder tomar. El hecho que se les prohibiera prácticamente la educación, es una problemática que trae consecuencias severas en el futuro, tanto como ellos, sus familias y al país como tal. Esta situación provoca un círculo vicioso de pobreza, analfabetismo, marginación, exclusión, y nulas oportunidades de desarrollo en el joven y la joven. Dadas estas condiciones, la delincuencia parece ser la única solución inmediata según, generando un ambiente de violencia social, provocando a la sociedad en general y siendo siempre los más afectados, los y las jóvenes.La cultura de la violencia que se ha venido gestando y transmitiendo de generación en generación desde la época del conflicto armado en El Salvador (1979-1992) hasta nuestros días, ha venido a mostrar su forma más atroz, cruel y sangrienta desde los últimos quince años atrás. Los jóvenes beneficiarios del proyecto apenas son una microscópica muestra de la dura realidad que enfrenta la juventud salvadoreña en la actualidad, donde, aparte de ser víctima de la violencia social manifiesta en el acoso de las pandillas, la exclusión y marginación económica y social, es re victimizada al ser acosada, reprimida y vulnerada en sus derechos humanos por parte de las instituciones públicas de seguridad. Es importante abordar los aspectos culturales de carácter negativo y empezar a emprender la labor que nadie se ha atrevido hasta hoy, cambiar desde dentro, la cultura de violencia por una verdadera cultura de paz, inclusiva, con morales cívicos y cristianos, generando una reacción positiva en el joven, la joven y pueda romper con este círculo vicioso de la reproducción de la violencia que tanto dolor y derramamiento de sangre ha provocado en el pueblo salvadoreño, y en el futuro, sea agente de cambio de realidades similares por las que nace el proyecto en aquellos jóvenes y comunidades donde la vida no vale nada y el delito es ser joven. Este proyecto a corto plazo busca la reinserción de los chicos y chicas beneficiados al sistema educativo, trabajar en el fomento de la cultura de paz y la promoción de los derechos humanos, para generar en el joven y la joven beneficiaria la esperanza que parece haberse extinguido de la mente de la juventud, así como el empoderamiento de espacios públicos por parte de los beneficiarios para que puedan experimentar la sensación de libertad que se les negó al momento en que se convirtieron en víctimas de la violencia social.
- ESCALABILIDAD
- Biológicamente la multiplicación celular se produce cuando una célula inicial se divide para formar otras células. En consecuencia la multiplicación es un proceso que beneficia produciendo el crecimiento de los seres vivos o los mantiene con vida. Si es posible la multiplicación celular biológicamente, que se da para favorecer a los seres vivos, por qué razón no va ser posible realizar una multiplicación celular social, que va a favorecer a jóvenes que por situaciones de violencia han visto sus sueños truncados. Muchos jóvenes microempresarios, estudiantes de diferentes carreras universitarias, jóvenes egresados y otros ya titulados al conocer el proyecto la célula se ven motivados a querer multiplicar esta iniciativa en otras comunidades con pocas esperanzas, ya que todos somos conscientes que la única manera de evitar que el ciclo de violencia y pobreza se siga reproduciendo es formando jóvenes integrales. El Departamento de Estado de los Estados Unidos principal institución encargada de los asuntos exteriores de ese país dio a conocer en su informe sobre los derechos humanos de 2016 que El Salvador es un país que refleja poco aprecio a la vida humana. La investigación muestra que el irrespeto a los derechos humanos es protagonizado principalmente por los miembros de pandilla (barrio 18 y barrio MS-13), los miembros de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y la Policía Nacional Civil (PNC). En el año 2016 se reportaron 5,278 muertes por asesinato, atribuyéndole el mayor porcentaje de pérdidas a las pandillas. De 2013 al 2016 se reportaron 93 casos de ejecuciones extrajudiciales ocasionadas por las FAES y la PNC. La violencia del país no está lejos de nuestro proyecto y llego a causar daño a un miembro de nuestra célula llamado Joaquín. El 23 de junio de 2016 nuestro amigo salía de la escuela para dirigirse a su casa. Repentinamente de una motocicleta dos jóvenes del barrio contrario (MS-13) dispararon 7 veces en dirección a él. De la ráfaga de balas una cayó en su diafragma, otra en el hígado y otra en su medula espinal. Dos agentes policiales se hicieron presentes, pero no mostraron interés por ayudar nuestro amigo, manifestaron que en esos lugares no por gusto pasan ese tipo de cosas y que los jóvenes que viven en ese tipo de lugares no tienen la oportunidad de reclamar sus derechos.Gracias a la buena voluntad de todos, un mes después Joaquín pudo ganar la lucha, todos estábamos contentos, pero las cosas no fueran como lo eran antes. El cuadro clínico arrojo que el impacto de bala en la medula espinal provoco daños por lo tanto Joaquín ya no iba poder caminar nuevamente. La discapacidad de Joaquín dio un cambio rotundo a su vida, los jóvenes de la zona decidieron no ir a estudiar o a trabajar por miedo a que les pasará lo mismo, pero la célula no iba permitir que esos jóvenes abandonaran sus sueños. Al ver que nuestros jóvenes presentan una actitud diferente cuando les brindamos nuestra ayuda, nos motivaba cada día más. Pero al observar por otro lado el alto índice de asesinatos de jóvenes, la violencia de las fuerzas policiales y Fuerza Armada de El Salvador, que en muchas ocasiones se ha traducido en pérdidas humanas, ha creado en los jóvenes que iniciamos este proyecto la a necesidad de MULTIPLICARNOS. La célula por su modelo de trabajo (religioso con enfoque social) tiene la ventaja de poder acudir a comunidades marginales donde otras entidades (de gobierno y ONGs) no pueden llegar por la alta peligrosidad que le caracteriza. Nosotros por representar a una entidad religiosa enfocada en la reducción de desigualdad podemos acceder a estos lugares ya que los grupos delictivos tienden a respetar a las personas que pertenecen a iglesias. Para poder multiplicar esta iniciativa en otras comunidades vamos a unirnos con iglesias que tienen grupos de jóvenes en situación de riesgo social, donde los nuevos voluntarios dispuestos a apoyar el proyecto van echar andar los tres aspectos fundamentales de esta iniciativa que son el refuerzo académico, talleres de emprendedurismo y formación de una cultura de paz. Los fundadores de esta iniciativa con el objetivo de multiplicar los ideales de la célula, han contactado a un grupo de jóvenes pertenecientes a una iglesia que están trabajando en una zona peligrosa del gran San Salvador (capital de El Salvador). Nuestros amigos trabajan con jóvenes en riesgo de caer en pandillas y para evitarlo han optado darle vida al proyecto “Bemol Miusic”. Este proyecto enseña a tocar instrumentos musicales a la vez que entrega como donativo guitarras acústicas. Al ganar la confianza los encargados del proyecto con los jóvenes que llegan a las clases se han dado cuenta que aparte de aprender a tocar un instrumento musical también desean poder culminar sus estudios o aprender algún oficio que les haga salir adelante, manifiestan que hasta el día de hoy nadie quiere ayudarles a aprender un oficio o completar una meta académica porque las entidades de gobierno u ONG tienen miedo de ir a la zona donde viven. Para llevar esperanza a estos jóvenes la célula llevará sus tres ejes de trabajo a esta zona marginal, apoyándonos de los nuevos voluntarios. Abordando estos aspectos estamos seguros que la realidad de cientos de jóvenes salvadoreños va cambiar, porque se estará combatiendo directamente la reducción de la desigualdad. Somos conscientes que el enemigo más poderoso de una sociedad adolorida o envenenada es el enemigo integral. No tenemos duda, que a medida pase el tiempo nuestro proyecto se ira conociendo más a nivel nacional y cuando otro grupo de jóvenes de iglesias u otras entidades sientan la necesidad de apoyar a personas en situaciones de riesgo estaremos dispuestos a multiplicar nuestra idea, con el único propósito de apoyar a los menos favorecidos. Nuestra visión es que los jóvenes que se beneficiaron del proyecto la célula, en un futuro puedan ser los que vayan a otras comunidades en situaciones complicadas y lleven nuestro modelo de trabajo, de esa manera el impacto social irá de escala en escala y nuestro impacto social será masivo, porque las células nunca dejan de multiplicarse, siempre son y serán portadoras de vida y esperanza.
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